15 Ene

Vivir con menos

Recientemente, alguien le habló del reto 333. Es un proyecto que consiste en elegir 33 prendas y vivir con ellas durante 3 meses. Se incluyen prendas de abrigo, zapatos, complementos así como outfits para celebraciones especiales. Las excepciones, la ropa interior, deportiva y pijama. Tan solo se puede reponer algo cuando la prenda se estropea.

La primera pregunta que le vino a la mente es si ella podría hacerlo. La segunda ¿para qué? Comentan que es antídoto a fast fashion pero, sobre todo, un comienzo para ordenar la vida y simplificar las cosas. Deteniéndose a pensar cada vez que se compra si esa prenda es necesaria o si les hace feliz. Tener menos cosas pero todas bonitas. La decoración nórdica es un buen ejemplo.

El 333 es una de las reglas que abrazan los minimalistas. The minimalism es un movimiento creado por Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus en Estados Unidos y que promueve vivir con menos.

Activistas sociales, autores del documental “Minamilism”, a través de su web y sus podcasts cuentan su historia a todo aquel que la quiera escuchar. Ganando un sueldo de 6 cifras antes de los 30, uno de ellos apenas pudo despedirse de su madre enferma. El mismo mes, su mujer le dejó porque nunca estaba en casa. De camino a decorar su enésima casa, hizo un lista mental de todo lo que necesitaba comprar. ¿De verdad lo necesitaba?

‘Minimalism’ (disponible en Netflix) no es el mejor documental de la historia pero pone el dedo en la llaga. ¿Para que trabajar tan duro si después no se puede disfrutar de lo que de verdad importa? El documental muestra un rosario de antihéroes que renunciaron al reconocimiento social.

Decidieron dar un paso al vacío: abandonar sus trabajos, comprar casas más pequeñas para tener tiempo para ser felices. El éxito de los perdedores de caminar calmo y sonrisa abierta.

14 Ene

Impostoras

Leía recientemente un artículo sobre cómo determinadas mujeres de éxito, auténticos fenómenos mediáticos, padecían el denominado Síndrome del Impostor. Es decir, que a veces sentían no merecer el éxito que habían conseguido con su talento y esfuerzo. Si bien es cierto que no se imagina a Cristiano Ronaldo afirmando lo mismo, no está de acuerdo en que esto sea algo privativo de la mujer. No es una cuestión de género sino de responsabilidad.

Las personas que padecen el Síndrome del Impostor o Síndrome del Fraude -el fenómeno psicológico según el cual los sujetos atribuyen su éxito al azar o a las casualidades- temen ser descubiertas de un momento a otro. No tiene nada que ver con la preparación. Es una cuestión de actitud y de reconocimiento. Suele darse en entornos altamente competitivos y el profesional que lo sufre suele ser una persona comprometida con la organización, que inconscientemente, trabaja más y más duro para obtener reconocimiento de su valía. Propio y ajeno.

Según los expertos, también se da, por ejemplo, en familias monoparentales o del mismo sexo que se esfuerzan en educar a los hijos mejor que las familias de corte tradicional. La presión social percibida les hace reforzar su elección de modelo familiar. Pero, sea como sea, estos síndromes surgidos a finales de los 70 hay que cogerlos con pinzas, a pesar de su vigencia.

¿Quién no se ha sentido un impostor alguna vez? ¿En la facultad, los primeros meses en un nuevo trabajo, en una relación inesperadamente maravillosa? Muchas veces, una se queda trabajando hasta tarde no porque tema ser descubierta en su inoperancia sino porque la carga de trabajo es abrumadora. La crisis permitió la destrucción de numerosos puestos de trabajo y un importante retroceso en los derechos laborales que, ahora que está pasando el chaparrón, no se han restablecido.